En los últimos años, las investigaciones han mostrado que los impactos negativos que del tabaquismo sobre la salud van más allá del cáncer de pulmón, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), la cardiopatía, el derrame cerebral u otras consecuencias muy conocidas del consumo de tabaco. Sabemos ahora que el tabaco ayuda a que se dispare la epidemia mundial de la tuberculosis y empeora problemas como la enfermedad mental, la infección por el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) y el abuso del alcohol.
La tuberculosis (TB) es la principal causa de muerte debido a un solo agente infeccioso en el mundo, y en general es la 6ta causa principal de muerte a nivel mundial, habiéndose cobrado la vida de 1.8 millones de personas en 2015. Fumar cigarrillos aumenta el riesgo de presentar tuberculosis (TB) y hace que el tratamiento de la TB resulte menos efectivo. A nivel mundial, las tasas de TB podrían disminuir tanto como un 20% si elimináramos el tabaquismo.
Las personas con enfermedades mentales son más propensas a fumar que las personas que no padecen dichos trastornos, y para ellos resulta mucho más difícil dejar el hábito. Cuántos más diagnósticos psiquiátricos un paciente tenga (trastornos como esquizofrenia, trastorno por déficit de atención, trastorno bipolar y otros), es más probable que la persona fume. Para ciertas enfermedades como los trastornos de ansiedad, la esquizofrenia y el trastorno bipolar, el tabaquismo parece agravar los síntomas, quizás haciendo que los medicamentos psiquiátricos sean menos efectivos y dejar de fumar puede mejorar los síntomas tanto como prescribir nuevas drogas psicotrópicas. En el estado de California de los EE. UU., más de la mitad de las personas con trastornos mentales mueren debido a enfermedades relacionadas con el tabaco.
Los efectos perjudiciales del tabaquismo se aumentan y aceleran en pacientes con infección por el VIH, porque cuando estos pacientes consumen tabaco tienden a presentar cáncer de pulmón y enfermedades de vías respiratorias como EPOC en tasas más altas y a edades más tempranas que los no fumadores infectados por VIH. En entornos donde el tratamiento primario para la infección por el VIH está disponible al público y la enfermedad puede ser bien manejada, el consumo continuo del tabaco amenaza el progreso para controlar el SIDA, mientras que en entornos con bajos recursos debilita aún más los arduos esfuerzos en materia de tratamiento.
El abuso del alcohol y la dependencia del tabaco a menudo coexisten y tienen efectos perjudiciales que se refuerzan mutuamente. Un estudio reciente en Rusia demostró que aunque «solo» 14% de las mujeres embarazadas reportaron que fumaban, la prevalencia del tabaquismo fue mucho más alta (45%) en aquellas con consumo peligroso de alcohol y quienes estaban en riesgo de tener un embarazo con exposición concomitante al alcohol. Por tanto, el tabaquismo y el consumo de alcohol a menudo tuvieron una incidencia simultánea y crearon un peligro doble de exposición prenatal, con consecuencias graves de salud para los hijos de estos embarazos.
Aunque cada vez se reconocen más los vínculos que existen entre el tabaco y otras condiciones graves de salud tales como la tuberculosis (TB) y la infección del VIH, son pocos los centros de atención de TB y VIH que incorporan programas para dejar de fumar en sus servicios de rutina. Esta es una necesidad apremiante que debe ser abordada.