Una vez que un agricultor ha cultivado la hoja de tabaco y la ha vendido a un fabricante, la hoja debe ser procesada en un producto deseable para el consumidor. Para maximizar las ganancias, los fabricantes del tabaco quieren elaborar productos que sean lo más atractivo y adictivo posible. Las normas del producto que rigen este proceso de transformación apuntan a controlar las características de los productos del tabaco y qué tipos de productos del tabaco pueden venderse a los consumidores.
Cuando estas normas se redactan teniendo en cuenta la salud pública, se puede ordenar que los productos del tabaco sean menos atractivos y menos adictivos para los consumidores. Dichas estrategias incluyen prohibiciones en cuanto a los saborizantes característicos, límites sobre el contenido de nicotina y prohibiciones contra aditivos que aceleran la absorción de la nicotina en el cuerpo. Políticas adicionales incluyen congelar el mercado tabacalero impidiendo la introducción de nuevas marcas, restringiendo una marca a una sola presentación para evitar sugerencias implícitas de un menor perjuicio en las variantes y requiriendo la divulgación de los ingredientes a los organismos reguladores y a los consumidores.
La prohibición de la adición de mentol, el sabor más usado en los productos del tabaco tiene un considerable potencial para poner freno al tabaquismo. Las investigaciones sugieren que el mentol en los cigarrillos puede facilitar el inicio y dificultar el dejar de fumar. Afortunadamente, se han aprobado leyes que prohíben la venta del mentol en los productos del tabaco en Brasil, Turquía, Etiopía, la Unión Europea, y cinco provincias canadienses.
Si bien las normas de fabricación que limitan el atractivo y el poder adictivo de los productos encierran la promesa de reducir a la larga el mercado del tabaco, puede haber consecuencias imprevistas si dichas regulaciones no consideran detenidamente el mercado más amplio de productos del tabaco. Por ejemplo, la posición en el mercado de las variedades existentes de cigarrillos se solidificó cuando quedaron exentos del control previo a la comercialización bajo la ley de los Estados Unidos que extendía la jurisdicción de la Administración de Alimentos y Medicamentos para que abarcase los productos del tabaco. Se permitió que los fabricantes de cigarrillos siguieran vendiendo un producto letal de consumo solo con algunas restricciones, en tanto que los obstáculos para la introducción de nuevos productos potencialmente menos perjudiciales fueron codificados.
Entretanto, la industria tabacalera mundial se ha consolidado recientemente mediante privatización, adquisiciones y operaciones de fusión; actualmente solo 5 empresas controlan 80% del mercado tabacalero mundial. Estas empresas han automatizado y consolidado sus propias fábricas, bajando continuamente el número de empleados. Por consiguiente, ahora más que nunca, cuando las empresas tabacaleras afirman que las políticas para el control del tabaco amenazan los empleos de manufactura, debemos recordar que ellos están dedicados solo a maximizar sus ganancias para sus socios, sin proteger el bienestar de sus trabajadores.